¡¡¡Buenassss buenassssssss!!! Que por fin es juernessssss y el cuerpasssso lo sabe, ¿eh?
Hace algunas semanas que quería traerles a este -NUESTRO blog- #postdelosjuernes un texto sobre el que vengo a escribirles ahora y, como siempre, espero que les guste…
El RESENTIMIENTO.
Ese enfado que está tan dentro de nosotras/os (en muchos casos) que va encerradito en jaula y bajo llave en lo más profundo de nuestro ser.
Esa palabreja que, sin más, significa también un sentimiento que se repite.
Ese ahogo que nos mata -lentamente- a través de la ira, el enfado.
La autodestrucción.
Ese sentimiento que en muchas ocasiones nos guardamos para no dar la imagen de “flojas/os”, de vulnerables.
Ese sentimiento que hace que apuntemos mentalmente los daños (a veces según cada quién) que le hace la otra o el otro.
Y es que Fulanita me dijo esto el 25 de agosto mientras desayunábamos.
Menganito no me felicitó por mi cumpleaños.
Fulanita tampoco me preguntó que cómo estaba, ni me respondió el post de Instagram o Linkedln…
En muchas otras ocasiones, el resentimiento también viene del rencor que guardo en cuanto a mis expectativas.
Hostilidad en forma de apego emocional.
Para mal, bebé.
Y así pasan los días. Y nos vamos rodeando de personas…
RENCOROSAS. RESENTIDAS.
A veces, esas personas somos nosotras/os.
Pero desde hace no mucho, he descubierto cómo matar ese enfado profundo.
Con amor. Sí, con amor del bueno. Dando “cachetadas” sin manos.
Violencia no, misiela.
Y he descubierto, además, que no sólo con seguir dando amor al resto -sobre todo, a esa persona que está resentida contigo- podemos matar al resentimiento.
He interiorizado que la mejor muestra de cariño que podemos hacer hacia nosotras/os mismas/os es querernos bien y bonito.
Que se vaya el rencor.
Y, cuando se vaya, que fuera muera.
6 Comments