¡¡¡Buenasssss buenassssssss!!!
Que por fin es juernes y el cuerpassssso lo sabe, ¿eh?
Primer post del mes de octubre, que el año ha pasado volandito, oiga.
Bueno, el año, no.
Nosotras y nosotros hemos visto como pestañeas y el tiempo corre más que un runner cuando va a pedir un Nestea Mango-piña.
Porque los días son largos, pero los meses son muy muy cortos.
Y, hablando de días, he recordado que este último finde he vuelto a ver la peli de Náufrago.
Supongo que todes la conocen a estas alturas y, si hablo del argumento, no le haré spoilers a nadie.
Creo que es la enésima vez que veo esta película y reconozco que hubo momentos en los que me sentí mal.
Angustia.
Ansiedad.
Y, aunque parezca que podría ser por ver cómo el increíble Tom Hanks se iba quedando en los huesitos, lo que me hizo palpitar fuertemente el coranzoncito en muchas ocasiones fue imaginar la sensación de estar sola en esa isla desierta.
Así que, como primer #postdelosjuernes de octubre te vengo a escribir sobre la soledad.
Y, como siempre, espero que te guste…
La soledad.
Esa amiga incómoda que casi siempre aparece sin previo aviso.
«Esa amante inoportuna que se llama Soledad» – ya lo canta Joaquín Sabina-
Te sientas en el sofá, preparándote para ver Juego de Tronos, y de repente, allí está la soledad.
Con su bata de satén y una bolsa de roscas.
Y tú piensas: “¿Por qué no me avisaste antes, beibi? Podría haber hecho algo productivo, como limpiar el horno”.
La soledad es como esa tía lejana que siempre te pregunta por qué sigues soltera“¿No tienes novio?”. «¿Lo de casarte y tener herederos…pa´cuándo?»
Y tú te quedas mirando al vacío, deseando que la tierra te trague.
O que te mate un camión.
Porque claro, salir con alguien implica pasar por esa especie de ritual de caza en el que te vistes con más flow que para una boda y das lo mejor de ti para impresionar a alguien que probablemente sólo quiere hablar de su lista de ex´s y de lo mal que está conseguir un buen alquiler en la isla.
Pffff perecita, ¿no?
Prefiero mis noches de Netflix y birras, donde las únicas decisiones que tengo que tomar son si las cervezas son Estrella Galicia o Victoria Málaga.
Pero también debo contarles que hay un “miedo a la soledad”.
Ese miedito que nos entra cuando vemos cómo todos nuestros amigos tienen citas románticas mientras nosotros luchamos por decidir si debemos cenar pollo o pizza.
A veces, la soledad se cuela en nuestras vidas de maneras inesperadas. Por ejemplo, un día estás en una reunión con amigos y de repente todos comienzan a hablar de sus más uno -o una-, sus vacaciones de amor amor en la playa, el perro y su futuro juntos.
Y tú, que acabas de llegar, te sientes como si estuvieras en una película de terror.
Sólo que en lugar de un asesino en serie, lo que acecha es la soltería.
Y tu mente comienza a pensar si es que “¿Acaso deberían tenerme en una lista negra de relaciones? ¿Soy la única que no tiene un ‘nosotros’ en su vida?”
Entonces, ahí estás, tratando de no atragantarte con la jarra de cerveza mientras te ahogas en un mar de parejitas felices.
O no.
Lo disimulan bien, misiela…
Pero no te preocupes, porque la soledad tiene su lado positivo.
Al menos no tienes que compartir ese paquete de chuches.
Y eso es un gran logro.
La soledad también puede ser un refugio.
Es el momento perfecto para reflexionar sobre la vida y escuchar música de los 80 mientras bailas como si nadie te estuviera mirando.
Puedes hacer lo que quieras, cuando quieras, sin tener que rendir cuentas a nadie.
¿Sabes que hay gente pidiendo perdón por quedarse dormida?
Flipa, beibi.
Así que, la próxima vez que sientas el miedo a la soledad, recuerda que es sólo una emoción, y probablemente también es una buena excusa para no asistir a esa cena de grupo que tanto temías 😉 ; te hace compañía y, lo mejor de todo, te deja ser la reina de tu propio reino de alcohol y comida de guarreo.
Y… ahora sí que voy con todo, que llega el esperadísimo AdfSpotify, donde esta zagala que escribe te trae los temasssos de ayer, hoy y siempre.
Si bien yo soy la reina del terraceo, la cervezasssion y tu influenssser de confiansssa, en esta ocasión te voy a presentar a la reina irreverente del flamenco donde, si no hubiera nacido, tendrían que haberla inventado.
Dejándonos el año pasado, María Jiménez fue dueña y señora de una lengua afilada y una vida sin filtros.
Cantó lo que quiso, vivió como le salió del co*o -piiiiiiiiiiiiiiii- y dejó claro que las reglas y las cuestiones políticamente correctas estaban hechas para romperse.
«Con dos camas vacías» canta que, al igual que esta zagala que escribe, que de par en par te abro las puertas que me cierras; me cuentan que el olvido no te sienta tan mal; la paz que has elegido es peor que mi guerra; lo que pudo haber sido y lo que nunca será…
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